8 meses

Son las 14 horas y acabo de llegar a la base para iniciar el turno de tarde. Hoy vuelvo a uno de los servicios que marcaron un antes y un después de lo que estamos viviendo y que inspiraron a que quienes hoy me leen, pudieran sentir de cerca un hilo de sensaciones y vivencias que en su día me parecieron sacadas de una película donde misterio y ficción se unían a nuestras vidas como algo desconocido y aterrador, lo cual me llevó a acercar aquello que podía ver con mis ojos de la misma manera que sucedía.

Han cambiado cosas, pero nada ha cambiado tanto como lo hubiésemos deseado. Así que les invito a comparar estos 8 meses…

La afluencia de estudiantes esperando el autobús en una de las paradas más concurridas hace que mi memoria recuerde aquellos días en los que eran los grandes ausentes de una etapa que parecía haber quedado estancada en el tiempo.

El deporte poco antes de oscurecer ha vuelto a la calle e incluso alguna bicicleta  estática que estaba llena de vida en el balcón con el fin de quien la usara pudiera darse un respiro a la vez que se ejercitaba, se han movido para regresar nuevamente dentro del hogar.

Una entrevista a un famoso periodista argentino hace que suba el volumen de la radio para poderlo escuchar: lleva 67 días preso del Covid19, su respiración entrecortada denota su lenta y costosa recuperación haciendo evidentes los problemas para expresarse, he dicho “argentino”, si…

Oscurece pronto y las luces de los balcones permanecen apagadas mientras cada vez son más los pisos o casas que tienen sus luces interiores encendidas. Esa calidez que transmitían aquellas tardes confinadas contrastan con la fría soledad con que se muestran hoy día y ese balcón del vecino ‘molón’ capaz de montar una discoteca para medio barrio parece hoy un hogar tranquilo como el que más, por más que algunos desde fuera sigamos recordando esos minutos alegres que compartían y de los que indirectamente éramos partícipes.

Hoy en los supermercados parece haber cambiado el no tener prisa de entonces, cuando ir a ellos suponía una breve pero necesaria huida del hogar, a ser ahora la única visita a los mismos con la esperanza de que haya poca gente porque impera el deseo de llegar a casa tras permanecer gran parte del día fuera de ella. Una policía que ya no dispersa como hacían con sus señales acústicas a quienes andan por la calle irreconocibles bajo unas mascarillas de diseños cada día mejor puestas, ambulancias que parecen atender otras urgencias que nada tienen que ver con la pandemia y compañeros de oficio con quienes nos saludamos ignorando un poco esa suerte de poder seguir haciéndolo.

Nuestros peludos vuelven a sus descampados conocidos para corretear su último paseo del día y la fauna salvaje que normalizó pisar el asfalto de carreteras vacías ha vuelto a su ajena oscuridad merced a los faros encendidos de los vehículos que las vuelven a habitar.

Una rotonda a la que apenas visitaba nadie ha recuperado la densidad de circulación por todos sus accesos a ella y hasta los semáforos vuelven a ser atendidos en el rojo de su primer círculo por una larga hilera de automóviles en las horas punta…

Noches que se avanzan demasiado y calles ya desiertas a la hora de cenar, un grupo de jóvenes son las únicas voces llegadas desde el exterior del autobús donde me aíslo del frío pocos minutos después de las 21:30 hasta que, en cuestión de segundos, cada cual coge por calles diferentes su camino para volver a casa. No muy lejos de ahí, una pareja aguarda su amor cuidadosamente escondido en otro portal, haciendo de un tierno momento, el mayor y más cariñoso desafío al toque de queda que empezará en apenas 2 minutos…

Que la luz de diciembre permanezca y brille muy por encima de la oscuridad de nuestro presente… ¡Salud 2021!

Sergi Foguet Maestre

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