Soy Zbigniew Podwika, un corredor de larga distancia que siempre busca nuevos retos. El pasado 16 de diciembre participé en la carrera de ultrafondos de pista de 24 horas en Barcelona, una de las más duras y prestigiosas del mundo. Fue una experiencia inolvidable, que me puso a prueba tanto física como mentalmente, y que además me permitió colaborar con una buena causa, la AFANOC, la Asociación de Familiares y Amigos de niños Oncológicos de Cataluña.
Me inscribí en la carrera porque me pareció un desafío muy interesante y diferente a lo que había hecho hasta entonces. Nunca había corrido durante tanto tiempo seguido en una pista de atletismo. Sabía que iba a ser muy duro, pero también muy gratificante. Además, me gustó la idea de contribuir a una labor social tan importante como la que realiza la AFANOC, que ofrece atención psicosocial integral a los niños y adolescentes con cáncer y sus familias, y que tiene la Casa de los Xuklis, un hogar donde pueden alojarse las familias que se tienen que desplazar lejos de sus casas para recibir tratamiento en los hospitales de referencia de Barcelona.
Para prepararme para la carrera, seguí un plan de entrenamiento específico, que combinaba sesiones de fondo, de velocidad, de fuerza y de recuperación. También cuidé mucho mi alimentación, mi hidratación y mi descanso. Además, trabajé mi aspecto mental, con técnicas de visualización, de relajación y de motivación. Sabía que la carrera iba a ser un reto psicológico, y que tenía que estar preparado para afrontar los momentos de bajón, de dolor, de cansancio y de aburrimiento. La carrera se celebró en el Estadio Municipal Joan Serrahima de Barcelona, el mismo escenario donde se disputaron las pruebas de atletismo de los Juegos Olímpicos de 1992. Fue un honor correr en un lugar tan emblemático, y sentir el apoyo del público y de los voluntarios, que nos animaron durante todo el día y la noche. La salida se dio a las 12 horas del sábado, y el objetivo era hacer el mayor número posible de kilómetros durante las 24 horas, dando vueltas a la pista de 400 metros.
Las primeras horas fueron las más fáciles, ya que tenía las piernas frescas y la mente despejada. Disfruté del ambiente festivo y de la compañía de los otros corredores, que venían de diferentes países y tenían diferentes niveles. Había un gran compañerismo y respeto entre todos, y nos íbamos adelantando y saludando con una sonrisa. También aproveché para hidratarme y alimentarme bien, siguiendo las indicaciones de mi entrenador y de mi nutricionista. Sabía que era fundamental mantener un buen ritmo y una buena ingesta de líquidos y de alimentos, para evitar la deshidratación, el agotamiento y las lesiones. La noche fue la parte más difícil de la carrera. La oscuridad, el frío, el silencio y el sueño se convirtieron en mis peores enemigos. El amanecer fue el momento más bonito de la carrera. Ver salir el sol, y sentir su calor en la cara, fue una sensación maravillosa. Me dio energía, esperanza y alegría. Me hizo ver que lo peor había pasado, y que ya solo quedaban unas horas para el final. Me animó a seguir corriendo, con más ritmo y más confianza. Me hizo sonreír, y agradecer la oportunidad de vivir esa experiencia. Las últimas horas fueron las más emocionantes de la carrera. La pista se volvió a llenar de gente, y el ambiente se volvió a animar. Los corredores nos íbamos animando unos a otros, y nos íbamos felicitando por el trabajo hecho. Los espectadores nos aplaudían y nos vitoreaban, y nos hacían sentir como héroes. Los voluntarios nos cuidaban y nos mimaban, y nos hacían sentir como en casa. La meta se acercaba, y el sueño se hacía realidad. Había llegado el momento de darlo todo, de exprimir las últimas fuerzas, de disfrutar de los últimos metros.
La llegada fue el momento más feliz de la carrera. Cruzar la línea de meta, después de 24 horas corriendo, fue una sensación indescriptible. Me emocioné, y se me saltaron las lágrimas. Me felicitaron, y me dieron una medalla. Me dijeron que había hecho una gran carrera, que había recorrido una gran distancia, que había conseguido una gran marca. Pero lo más importante no era eso: lo más importante era que había vivido una gran experiencia, que había aprendido una gran lección, que había colaborado con una gran causa. Al final de las 24 horas, había recorrido un total de 168 km. Estaba muy satisfecho con mi resultado y me sentí muy orgulloso de haber completado la carrera.
La carrera de ultrafondos de pista de 24 horas en Barcelona ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. He aprendido mucho sobre mí mismo, sobre mis límites, sobre mis capacidades, sobre mis valores. He conocido a gente maravillosa, que comparte mi pasión por el ultrafondo, y que tiene un gran corazón. He contribuido a una causa noble, que ayuda a los niños y a las familias que más lo necesitan. He disfrutado de un deporte que me hace feliz, que me hace sentir vivo, que me hace crecer.