Junio: mes de festejos, Santa Oliva, Fiesta Mayor…

El otro día hablando con mis tíos me explicaban, cómo, hace años, cada barrio tenía su propia fiesta, que montaban entre todos los vecinos. En concreto hablábamos de “La Era”, que es donde vivíamos.  Pero la movida era por todos los barrios del pueblo. Yo no lo recuerdo, ya que era muy pequeña, pero me encantaría recordarlo, e incluso que no se hubieran perdido estas buenas costumbres.

Cada uno aportaba algo de comer, que luego compartían entre todos, hacían ron “cremat” y les ofrecían a todos los vecinos que pasaban paseando por la calle, invitaban a una orquesta…

Y esto me ha dado que pensar estos días. Tenemos una sed de búsqueda espiritual, y es que ya somos espirituales por naturaleza. El materialismo, la sociedad y el individualismo nos han ido llevando a una pobreza espiritual. Y no hay nada más espiritual que recuperar muchas de las costumbres de nuestros antepasados. Y una de ellas, y creo que la más importante es la de crear comunidad, el tener una tribu. La tribu es mucho más que amigos y hermanos de sangre. La tribu es la pertenencia espiritual a una hermandad que sostiene y nos invita a sostener.

Hoy en día, nos separamos en pequeñas propiedades privadas, corriendo de un lado a otro para buscar el sustento del núcleo familiar. Creo que lo natural es agruparnos y dar lo que mejor sabemos hacer, que cada uno comparta su más valioso aprendizaje con los demás. Y eso además de enriquecedor, hace que todos se sientan valiosos.

El amor que tanto buscamos, además del amor a sí mismo que se cultiva, no es el de pareja, familia, hijos, a veces sobrecargamos la necesidad de amor solo y únicamente en la familia y aun así no nos sentimos completos. El compartir amor en comunidad es una manera de recibir y dar amor en diferentes facetas. Y creo que vivir así para los niños es muy saludable, que vean que compartir es natural.

Aprovechemos nuestras fiestas para saludar a aquella persona que hace tanto tiempo que no vemos, para conocer a gente nueva. A veces compartir con aquella persona a la que nunca te acercarías por tener diferentes ideales, cultura… te puede sorprender, y darte cuenta que no somos tan diferentes, y que, si hay algo que nos une, es que todos queremos amar y ser amados. Y cada uno lo hacemos a “nuestra manera”, que no es ni mejor ni peor que la de nuestros hermanos.  Y bueno, si ya recuperáramos estas costumbres “vecinales” sería la bomba. ¡Os deseo unas felices fiestas!

Montse Martínez

Terapeuta Gestalt

www.diariodeunayonkiemocional.com

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